No Hablamos Catalán Para Proteger el Aragonés Oriental
Hoy hace un año que fundamos la Plataforma No Hablamos Catalán en Fraga, en Huesca: en y para Aragón. Con este título desvelo cual ha sido siempre la meta de las entidades y sobre todo de las personas que la formamos.
A lo largo de este año hemos trabajado arduamente por defender lo nuestro, lo de las personas: nuestros usos y costumbres. Hemos encontrado muchas puertas cerradas y hemos topado con muchas mentes obtusas. También hemos tenido que remar contra la corriente del miedo, de las advertencias y sujetar las velas contra el poderoso viento ilustrado que utiliza títulos, licencias y doctores para corregir las enseñanzas trasmitidas de padres a hijos. De abuelo a nieto en mi caso.
Pero lo que llena nuestra bodega es la ilusión y los ánimos recibidos durante las horas que hemos pasado en la calle hablando con nuestros vecinos, informando para que los amigos estén alerta y arriando nuestros telares con eslóganes como: “Es aragonés, no hablamos catalán, aragonés es” y otros con los que hemos armado nuestras mentes cuando recorríamos las calles.
Muchas puertas abiertas. En muchos textos, lugares, sonidos, visiones, instituciones y agrupaciones han querido saber de nosotros. Allí donde se nos ha llamado hemos ido a hablar de nuestra cultura: de cómo hemos sonado y sonaremos otro milenio. Porque la voz es nuestra, es de cada uno.
Durante este camino hemos topado con muchos adivinos que nos auguraban diferentes líneas de tiempo. Hoy pueden marcar una fecha más en la pequeña historia por la defensa de la lengua que se habla en las diferentes localidades aragonesas. Cumplimos un año y el sábado lo celebraremos: dos asociaciones culturales del este de Aragón presentarán sendos libros en Fnac, Radio Buenos Aires (Argentina) presentará su “Curso Radiofónico de Aragonés Oriental”, leeremos los Fueros de Jaca, Huesca y Monzón en el Ateneo de Zaragoza y prestaremos libros en esta lengua en la Plaza Ariño para que los zaragozanos lo celebren con nosotros.
Mucho queda por hacer, pero el disfrute que sentimos al defender nuestra propia diversidad cultural nos quita la pereza y la inseguridad que expande el viento al agitar nuestras cabezas.
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